“Pero a mí es que me gusta conducir”

Y otras disonancias cognitivas

mixx.io es una publicación diaria sobre tecnología editada por Álex Barredo. Suscríbete para recibirla en un email todas las mañanas.

Cada cambio de paradigma tecnológico viene acompañado de sus detractores. Cómodos en el status quo, ven un cambio como algo no solo ajeno, también alienante. El coche autónomo es quizá el más representativo — por lo inminente — de una gran oleada de nuevas ramas de tecnología que después de décadas de investigación y avances, llegan por fin al mercado.

“Es que a mí me gusta conducir” afirman, orgullosos, como si sus interlocutores fueran seres incapaces de comprender sus extrañas preferencias. Conducir, según las descripciones de muchos, parece estar limitado a un paseo en descapotable bajo el sol vespertino en las sinuosas carreteras de la Costa Azul, y su única preocupación es llegar a tiempo a su cena de gala en el casino.

Decía Adams que “cualquier cosa inventada después de que cumplas 35 años está en contra el orden natural de las cosas.”. Sin duda.

La realidad de la conducción humana es más tediosa. Pasa por conducir cansado por las mañanas para ir al trabajo, buscar aparcamiento, volver a conducir a casa por la tarde, atascos y más atascos. La conducción humana es tener que cambiar tus hábitos de ocio para poder legalmente conducir horas después una máquina de dos toneladas.

Para un humano, estar al volante es privarse de poder estar entretenido o haciendo otras cosas porque la carretera necesita de su atención indivisible de forma constante.

Conducir entre humanos es poner tu vida en manos de que otro humano no haya decidido beber, saltarse un semáforo, coger el móvil o prenderse un cigarro, que haya descansado de forma correcta o que no esté enfadado, perturbado o loco. Conducir para un humano es rezar para que no llueva mucho, que la niebla al subir el puerto no sea muy peligrosa, y esperar que el resto de los humanos de la carretera sean tan cuidadosos como tú.

Cada vez que el conductor de delante se olvide de indicar con el intermitente y te corta el carril, recuerda lo mucho que a algunos les gusta conducir. Les encanta. ¿Los atascos en las puertas de los colegios cada mañana? Otro fruto de la conducción humana.

Más de un millón de personas mueren en accidentes de tráfico cada año en el mundo. A esos muertos sí que no les gusta conducir. Lamentablemente muchas de serán reducidas de forma inmediata por el coche autónomo ya que se encuentran en sitios donde la autonomía tardará aún en llegar. Decía Gibson que “el futuro ya está aquí, sólo que desigualmente repartido”. La conducción humana es fuente de tantas muertes al año como el cáncer de pulmón o la malaria. Menos mal que la malaria no tiene gente defendiéndola o no estaría siendo erradicada de forma tan eficaz.

Así que cada vez que alguien te diga: “a mí es que me gusta conducir” para decirte que los coches autónomos nunca serán una realidad, recuerda lo que en realidad significa la conducción humana: un millón de muertos al año, privarse de mirar el móvil durante horas, hacer cola parados en el coche hasta en la gasolinera, cambiar sus hábitos de ocio y conducir al lado de gente que ha dormido mal, que va borracha o drogada.

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